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Ayudando a vivir (Obispo Joan)
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Fecha publicación: 
Dom, 05/17/2015
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Los discípulos entendieron y practicaron el encargo de Jesús en la Ascensión como una misión a realizar día tras día por todo el mundo, y me ha gustado particularmente que la XIV Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos (Octubre de 2014) haya dicho que el anuncio del Evangelio (de la familia) hay que hacerlo con ternura de madre y claridad de maestra (cf. Relatio Synodi, 29). Esto hace más evidente la petición del Papa Francisco en el Mensaje de esta 49ª Jornada Mundial de las Comunicaciones: tener en cuenta a la familia como un ambiente privilegiado para practicar la comunicación. Este es un planteamiento que implica mirar la familia con ojos de evangelio, dada la pluralidad y complejidad de la cultura y sociedad actual, porque el contenido y la misión encomendada por Jesús es dejar ver (revelar), por medio del amor humano, "el amor de Dios derramado en nuestros corazones al darnos el Espíritu Santo" (Rom 5,5).

Precisamente, un elemento fundamental de la familia es su función "relacional" en un entorno emocional insustituible que le permite ser el primer espacio de humanización y socialización: de hecho es el primer lugar donde aprendemos a comunicar y a comunicarnos. En este sentido es inspirador el episodio evangélico de la visita de María a Isabel (Lc 1,39-56), porque nos muestra sobre todo la comunicación como un diálogo que se entrelaza con el lenguaje del cuerpo (la primera respuesta la da el niño saltando gozoso dentro del vientre de Isabel y exultante por la alegría del encuentro).

Como dice el Mensaje papal, lo que nos hace entender verdaderamente en la familia la comunicación como descubrimiento y construcción de proximidad es la capacidad de abrazarnos, de sostenernos, de acompañarnos, de descifrar las miradas y los silencios, de reír y llorar juntos, entre personas que no se han elegido y que, sin embargo, son importantes las unas para las otras. Cuando cada uno es aceptado en su originalidad y aprende a convivir en la diferencia, el diálogo se hace comunicación y encuentro constructivo. También aquí, el episodio de la Visitación nos hace ver que reducir las distancias, salir al encuentro de los demás y acogerse, abrir las puertas y no encerrarse en uno mismo, ayuda a crecer y a comunicar vida y en muchos casos, puede dar consuelo y esperanza a nuestro alrededor y ser motivo de gratitud y de alegría.

Ciertamente, hay que reconocer que la familia sigue siendo un gran recurso, y el espacio donde todos aprendemos lo que significa comunicar en el amor lo que hemos recibido y entregarlo. Podemos dar porque hemos recibido y hemos de agradecerlo. Otros nos han precedido, y nos han puesto en condiciones de existir y de poder generar vida y hacer el bien.

La familia perfecta no existe, pero cuando en casa se aprende a comunicar, a escuchar a los demás, a hablar de manera respetuosa expresando el propio punto de vista sin negar el de los demás, crecemos como constructores de diálogo y de reconciliación, y la sociedad se beneficia. Como precisa el Papa: en un mundo donde tan a menudo se habla mal y se siembra cizaña, la familia puede ser una escuela de comunicación: aprendiendo a bendecir en vez de maldecir, a visitar en vez de rechazar, y a acoger en vez de combatir.

Recibid el saludo de vuestro hermano obispo,

+ Joan Piris Frígola, Obispo de Lleida