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Cerca de vosotros (Obispo Salvador)
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Fecha publicación: 
Vie, 04/27/2018

El día primero de mayo tiene unas resonancias históricas muy determinadas. La fiesta se celebra desde hace más de 150 años en todos los países del mundo. Conmemora un acontecimiento importante que afectó a la vida de unos trabajadores de una ciudad americana. Se oponían a un sistema laboral que les perjudicaba en exceso y reivindicaban unas condiciones dignas para trabajar y vivir. Era la época de la llamada revolución industrial.

Esta jornada tiene unas fuertes resonancias sociales que fijan su atención en las condiciones laborales, en las tareas empresariales y en el sistema económico en general. Cada año se oyen las mismas reivindicaciones, que se matizan y renuevan según las circunstancias del momento sociopolítico de cada país. Son los sindicatos de los trabajadores o las asociaciones profesionales los que se encargan de modelar las peticiones para que el trabajador tenga un trato digno y se reconozca su función fundamental en el sistema productivo.

Es muy complejo nuestro mundo actual. Los sistemas económicos, diversos y contrarios, coexisten. Las  condiciones laborales se superponen, o existen grandes diferencias. Por ello, no todas las manifestaciones de los trabajadores tienen las mismas características. Lo que ocurre en China es muy distinto de lo que ocurre en la Unión Europea; el mundo laboral estadounidense queda muy lejos del de los países empobrecidos; por no hablar de las diferencias entre la clase trabajadora de los países arábigos y la de los países latinoamericanos.

En los últimos años, y centrándonos en nuestro entorno, hemos sufrido una tremenda crisis económico-social que ha generado gran cantidad de parados y cierre de empresas. Esto ha afectado muy negativamente al modo de vivir de nuestras gentes y ha tenido consecuencias indudables en el marco del trabajo. Han apareciendo los miedos y las angustias, los recelos y los egoísmos, la falta de perspectivas vitales y la pérdida de esperanza en un futuro mejor.

Es más, da la impresión de que muchos  ciudadanos con empleo seguro y estable se han desentendido de la problemática laboral, olvidándose del sufrimiento de sus semejantes, lo que contradice el imperativo de fraternidad del evangelio.

Es de justicia que los cristianos nos preguntemos, en este campo tan complejo, cómo actuamos y en qué nos comprometemos. A qué nos obliga nuestra fe en Jesús de Nazaret y como construimos una comunidad en la que todos se sientan hermanos. También muchos preguntan reiteradamente el posicionamiento de la Iglesia ante la problemática laboral y empresarial, que va desde un capitalismo salvaje o unas políticas neoliberales hasta un marcado socialismo o un feroz y total estatalismo.

Es sencillo responder que en todas las épocas la Iglesia ha tenido una palabra iluminadora ante las realidades sociales, que ha querido acompañar a los grupos humanos más desfavorecidos e impulsar relaciones basadas en la justicia y en la solidaridad.

Ahí tenéis muchos documentos, desde la Rerum Novarum (1891) hasta la Centesimus annus (1991), así como los repetidos mensajes del papa Francisco que no se cansa de recordar la centralidad de la persona en todo el sistema productivo, la importancia de unas relaciones basadas en la dignidad, la decencia en el trabajo y la búsqueda de vínculos fraternos evitando centrarse exclusivamente en el enfrentamiento, la agresividad verbal o la lucha.

Él mismo les decía a los mejicanos el año pasado: "Hoy están aquí diversas organizaciones de trabajadores y representantes de cámaras y gremios empresariales. A primera vista podrían considerarse antagonistas, pero les une una misma responsabilidad: buscar generar espacios de trabajo digno y verdaderamente útil para la sociedad, y especialmente para los jóvenes de esta tierra.”

+Salvador Giménez, Obispo de Lleida.