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Ayudando a vivir (Obispo Joan)
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Fecha publicación: 
Dom, 07/12/2015
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El Catecismo que usábamos cuando yo era niño decía que ser cristiano es ser discípulo de Jesucristo, lo que pide, como mínimo, proponerte a Jesús como referente y dejarlo hacer poniéndote en sus manos, aprender de él, intentar conocerlo cada vez más y mejor para ir pensando, sintiendo y viviendo como el Maestro. Sería bueno, pues, identificar algunos rasgos esenciales del discípulo fijando la atención en algunas actitudes de aquellos primeros que lo acompañaban y de los que nos hablan los evangelios.

Empecemos por sentarnos a los pies de Jesús y escuchar su Palabra con tiempo suficiente, con calma, con atención, con el corazón dispuesto para acoger lo que dice. A muchos bautizados nos vendría bien dedicar más tiempo a aprender de verdad lo que Jesús enseñó e hizo. Jesús debe ser para nosotros una persona viva, a quien amemos, no un personaje de historia al que sólo admiramos. Y hay que amarlo haciéndolo el centro de nuestra vida.

En el evangelio de Juan, la escena de la boda en Caná de Galilea termina con estas palabras: "Así manifestó su gloria, y los discípulos creyeron en él" (Jn 2,11). Pero creer en Jesús significa entender que todo lo que hizo y dijo no son simplemente acontecimientos históricos y palabras bonitas, sino enseñanzas para nuestra vida, para que las pongamos en práctica. Esto supone querer ir transformando nuestra vida aplicando en ella todo lo que vamos aprendiendo y conociendo sobre Jesús y su Mensaje.

Él nos dice, por ejemplo: "En esto conocerán todos que sois discípulos míos: si os tenéis amor los unos a los otros" (Jn 13,35). El discípulo se compromete con sus hermanos, con sus alegrías y sufrimientos y comparte con ellos lo que vive, siguiendo las huellas de Jesús. El discípulo no puede vivir su relación con Dios dejando de lado a los demás.

Más aún: "dejándolo todo, le siguieron" (Lc 5,11). Seguir a Jesús significa dejar de lado todo lo que sé que me aparta de Dios, porque quiero hacer el camino que Jesús me indica, y seguir su ejemplo de vida. Acepto las propias limitaciones, los defectos, y todas aquellas cosas que me cuestan en la vida o que podrían hacerme volver atrás pero, a pesar de todo, quiero seguir adelante al lado de Jesús.

Y dar frutos (Jn 15,8): que puede significar también hacer visible este seguimiento y que los demás se den cuenta que conocemos y amamos a Jesucristo, demostrándolo con obras y en verdad.

Podríamos intentar hacer una evaluación personalmente, o con algún buen acompañante, analizando nuestra vida a la luz de algunas de estas características del buen discípulo de Jesús. Viendo cuáles son nuestros puntos débiles; qué cosas nos están impidiendo ser un buen discípulo de Jesús; y qué estamos dispuestos a hacer para progresar y crecer en cada una de estas características.

La mejor manera de hacerlo será, según santa Teresa de Jesús -de quien celebramos 500 años de su nacimiento- "estar muchas veces sólo en este trato con aquel que sabemos que nos ama" (Vida 8,5).

Recibid el saludo de vuestro hermano obispo,

+ Joan Piris Frígola, Obispo de Lleida