[18-03-25] ELS APARTAMENTS BORJA

 

PINTURICCHIO Y LOS APARTAMENTOS BORGIA

Debo confesaros, queridos amigos y amigas peregrinos, que aún podríamos pasar varias semanas más hablando del hermoso patrimonio artístico que hay en el Vaticano. Sin embargo, esta es la última semana en la que me ocuparé del Vaticano. Y lo haré hablando de los no muy conocidos Apartamentos Borgia, llamados así porque aquí residió Roderic de Borja, el papa valenciano, de Xàtiva, que en 1492 llegó al solio pontificio con el nombre de Alejandro VI.

 

UNAS PINTURAS ALEGRES Y DESLUMBRANTES

He dicho que estos apartamentos no son muy conocidos, pero sí que tienen unas pinturas murales espectaculares. Según la opinión del famoso pintor suizo Paul Klee (1879-1940), que visitó los Apartamentos Borgia el 15 de abril de 1904, “estos apartamentos son lo más hermoso que ha producido el Renacimiento en Roma; es un lugar para pasar la vida, no una estancia temporal”. Aquí, en la espléndida coloración alegre (radiante y festiva) empleada por el gran artista Pinturicchio (1454-1513), el ecumenismo perseguido por la Iglesia se extendió hasta la cosmogonía egipcia. Son, en definitiva, grandes gestas y momentos de apertura al mundo, y de fe sincera en la condición humana, emprendidos por el Humanismo y los humanistas europeos de los siglos XV y XVI. Es cierto, como decía el sabio Erasmo de Rotterdam (1466-1536), el humanista más grande de la Europa moderna, que también se cometieron algunos excesos, pero el ideal verdadero de aquellos próceres fue siempre la búsqueda del “Bien” común y de la “Verdad” plena que nos libera de los falsos dioses (el dios plutócrata del dinero, el dios de la fama arrogante, el dios de la envidia, el dios del placer descontrolado, el dios del egoísmo).

 

UNAS PINTURAS AGRADABLES A LA VISTA

Pinturicchio inició esta gran obra en el otoño de 1492, y es muy probable que estuviera muy avanzada en diciembre de 1494, según una inscripción que aparece en la “Sala de las Sibilas” donde, junto a algunos adornos, puede leerse “A[lexander] P[ontifex] M[aximo] 1494”. Entre 1889 y 1897 las pinturas fueron ampliamente restauradas (y repintadas) por el prerrafaelista Ludwig Seitz. Antes, el lugar había servido como biblioteca. Al ver los romanos de finales del siglo XV estas pinturas, decían: “troppo oro, troppo vivo, troppo azzurro; letizia e gioia agli occhi” (demasiado oro, demasiado vivo, demasiado azul; alegría y gozo para los ojos). Así era, y es, la brillante pintura de Pinturicchio.

 

UNAS PINTURAS DISTRIBUIDAS EN CINCO SUNTUOSAS SALAS

Desde el punto de vista de la estructura narrativa, la distribución de las pinturas está dividida en cinco salas. La primera es conocida como la Sala de las Sibilas, en alusión a las doce parejas de sibilas y profetas del Antiguo Testamento que anunciaban la venida del Mesías, Jesús el Salvador (proclamaban y anunciaban la Fe en Jesucristo). Es la armónica conjunción o síntesis pretendida entre la Ecclesia Gentilium (sibilas) y la Ecclesia Iudaeorum (profetas), deseada y aceptada por los pontífices del Renacimiento, y de una manera especial por Alejandro VI. Las parejas de sibilas y profetas que vemos en las paredes, encajadas en arcos de medio punto, son: Isaías–Helespóntica, Miqueas–Tiburtina, Ezequiel–Cimérica, Jeremías–Frigia, Oseas–Délfica, Daniel–Eritrea, Ageo–Cumea, Amós–Europea, Jeremías–Agripina, Baruc–Samia, Zacarías–Pérsica y Abdías–Líbica.La segunda estancia es conocida como la Sala del Credo, donde vemos, con absoluta coherencia y unidad de programa con el espíritu y el mensaje de la sala anterior, cómo los apóstoles del Nuevo Testamento también sancionan el extraordinario valor de la Fe proclamada en la sala anterior. La tercera estancia es bien conocida como la Sala de las Artes Liberales, y se considera el lugar de estudio de Alejandro VI, además de constituir la biblioteca privada del pontífice.

 

LA SALA DE LOS SANTOS: LA MÁS HERMOSA

La cuarta estancia recibe el nombre de Sala de los Santos y es considerada la más famosa de todo el apartamento porque alcanza el mejor nivel técnico y artístico. Alejandro VI contaba que en esta sala se celebraban los banquetes más íntimos y familiares de su corte. La última estancia del ciclo borgiano es conocida como la Sala de los Misterios de la Fe, y se considera también un buen clímax artístico de la poética de Pinturicchio.

 

EL DECÁLOGO DE MOISÉS: UNA BRÚJULA FIABLE

Al final, todas estas pinturas, al igual que las de Rafael (La Escuela de Atenas) y Miguel Ángel (Capilla Sixtina), traducen la fe del hombre en el mismo hombre, revestido de ciencia, de cultura y de auténtica humanidad, pero guiado, además, y respaldado por lo que Julio II entendía entonces como las sabias, siempre vigentes y ecuánimes leyes de Dios. Es decir, respaldado por aquellas leyes inscritas sobre piedra en el conocido “Decálogo” que Moisés recibió en el monte egipcio Sinaí hace 2.300 años, y que tan bien han orientado, como un potente, seguro e inalterable faro en alta mar, la óptima convivencia, el devenir, las decisiones y el buen destino de toda la humanidad. Unas leyes o mandamientos (no mentir, ser veraz y limpio de corazón, honrar a los padres, respetar, no ser envidioso…) que son extraordinariamente beneficiosas y que todos llevamos inscritas en nuestra conciencia y en nuestro corazón. Según Eugenio Garin, estas leyes alimentaron un hermoso “concepto de humanidad entendida como libertad, y con el anhelo de una vida más plena y más santa”.

 

DEBEMOS APRENDER A VER E INTERPRETAR EL MUNDO CON LOS OJOS DE LA FE

Ojalá que los peregrinos de este Año Santo tengamos bien preparada la oculata fides (la fe que “ve”, o los ojos de la fe), para comprender todo lo que vamos diciendo y viendo. Una oculata fides que ve e interpreta todas las realidades humanas, también las artísticas, con los ojos cálidos y penetrantes de nuestra interioridad y desde el punto de vista de Jesús de Nazaret. Continuará la próxima semana.

 

Ximo Company. Delegación de Patrimonio Artístico.

 

Foto: Pinturicchio, La Resurrección, escena de la Sala de los Misterios de la Fe, Apartamentos Borgia, 1493. A los pies, arrodillado, vemos al papa Alejandro VI. © Musei Vaticani.