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Cerca de vosotros (Obispo Salvador)
Autoria
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Fecha publicación: 
Vie, 04/17/2020

Día de Pascua Queridos diocesanos:

 

De nuevo celebramos la fiesta central de los cristianos en unos días muy complicados para todos. Vivimos con cierto miedo y preocupación el sufrimiento de tantas personas de nuestro lado y del mundo por la COVID-19. Ahora más que nunca miramos los dolores de Jesucristo y los que Él mismo comparte con todos nosotros. A pesar de todo os escribo mi reflexión para este día invitándoos a la serenidad y a la esperanza.

 

El paso de la muerte a la resurrección del Señor Jesús. De la tristeza ante el sufrimiento del Viernes Santo a la alegría de la nueva vida del Domingo de Pascua. Es el misterio de la Redención. Es el ciclo vital en el que todo cristiano está vinculado pues no puede prescindir del dolor y del gozo pero significado e interpretado por el Resucitado y que contiene toda la esperanza en la vida definitiva que Él mismo nos ofrece. Una esperanza que nos posibilita, al mismo tiempo que esperamos la patria celestial, el trabajo y el servicio a los demás en esta tierra.

 

Además de una existencia responsable y auténticamente evangélica, los cristianos celebramos alimentando y fortaleciendo nuestra vida en la misma liturgia que actualiza al mismo Jesucristo. De Él recibimos la fortaleza necesaria para el crecimiento personal y para la entrega a los hermanos. Quienes participamos (casi todos a través de los medios audiovisuales) en la Vigilia Pascual experimentamos, una vez más, la plenitud de la vida y el canto de la esperanza. Es cierto que esto mismo nos acompaña durante el resto del año en la celebración de los sacramentos. Pero hoy lo vivimos de un modo especial.

 

Mi comentario de este año quería referirse a una parte de la Vigilia que tiene una connotación precisa en la manifestación de nuestra fe. Se trata de la primera parte de la renovación de las promesas bautismales cuando se habla de las renuncias. Todos vosotros lo habéis pronunciado en alguna ocasión cuando habéis recibido o asistido a la celebración de los sacramentos y se ha utilizado la fórmula de preguntas y respuestas. Durante los domingos y fiestas solemos recitar o cantar el Credo.

 

La fe en Cristo Resucitado nos concede la vida nueva a la que queremos llegar renunciando al pecado, esto es, a todo aquello que significa una ruptura con Dios y con los demás. No parece una contradicción en este gran día de fiesta recordar la tristeza que produce el mal que provocamos. Es, en definitiva, una lucha constante contra el egoísmo y una búsqueda apasionada por la verdad y la vida. Renunciamos a creernos los mejores de nuestro entorno familiar, laboral o social; renunciamos a vernos superiores a los demás cuando hablamos o actuamos, siempre poseemos la razón y nuestra opinión sobresale de forma constante; renunciamos a estar muy seguros de nosotros mismos porque eso nos impide aceptar al Otro y a los otros; renunciamos a creer que ya estamos convertidos del todo y no necesitamos a nadie que acompañe y aconseje; renunciamos a no quedarnos en las cosas, en los medios, en las instituciones, métodos y reglamentos y no ir a Dios. ¡Cómo cambiaría nuestro mundo si nos aprestáramos a hacer realidad estas renuncias!

 

También renunciamos, y lo hacemos de forma solemne, a nuestras envidias y odios, indiferencias y desconfianzas, materialismos e insolidaridades, injusticias y favoritismos, a las faltas de fe, esperanza y caridad. ¡Qué vida más clara y llena de verdad tendríamos con el cumplimiento de estos compromisos!

 

Renunciamos al pecado como negación de Dios, al mal como signo del pecado en el mundo, a la violencia como contraria a la caridad… Sólo con esta convicción aceptaremos la vida nueva de Jesucristo que rechaza la muerte del hermano, el aborto y la eutanasia, la trata de personas, el desprecio al inmigrante, la violencia doméstica, el abandono y la explotación de niños y jóvenes.

 

Aceptamos la Vida. Rechazamos la muerte. Feliz Pascua de Resurrección para todos.

 

Con mi bendición y afecto.

 

† Salvador Giménez Valls Obispo de Lleida