
[02-12-25] San Pietro in Vincoli; Basílica de San Pedro encadenado (II)
PERO, ¿POR QUÉ EL PAPA JULIO II ELIGIÓ LA FIGURA DEL PROFETA MOISÉS?
Y, aún más, ¿por qué este papa pensó en colocar esa colosal e imponente escultura en el mismo centro del crucero de la Basílica de San Pedro, que es, precisamente, el punto neurálgico y más importante de toda la cristiandad? Ciertamente, encontramos aquí un punto de altivez que nos sobrepasa. ¿Por qué tanta ostentación? ¿De verdad hacía falta tanto?
ERAN TIEMPOS DE DESCONFIANZA. HABÍA QUE REFORZAR LA AUTORIDAD DE LOS SANTOS PADRES
Mirad, el papado de inicios del siglo XVI vivía horas muy bajas de credibilidad y de autoridad, como proclamaba, con razón, Erasmo de Rotterdam. No lo habían hecho lo bastante bien. Así las cosas, el papa Julio II, della Rovere, reclamaba una figura modélica, ecuménica y con una auténtica e indiscutible autoridad. Julio II necesitaba un buen referente. Moisés era ese referente; el profeta idóneo que pastoreó con sabiduría al Pueblo de Dios, y que ahora podía ser un buen modelo para enderezar la maltrecha autoridad papal.
MOISÉS, UN GRANDÍSIMO Y CONCILIADOR PROFETA
Queridos peregrinos, nos conviene mucho descubrir la razón última de las cosas, de los acontecimientos. Desde Lleida tenemos todo el derecho a penetrar en la rica comprensión del profeta Moisés, aquel que tan bien sedujo y deslumbró, no solo al papa Julio II, sino también al cincel y al pensamiento (manus et ingenium) de Michelangelo Buonarroti, el mejor escultor del mundo. Mirad, para empezar, Moisés significa “lo he sacado de las aguas”, es decir, he sido “salvado” y “bautizado” por la misma hija del faraón Ramsés II; Moisés, por tanto, fue un verdadero príncipe de Egipto. Pero además, y según el relato del Éxodo, Moisés liberó al pueblo judío de la opresión a la que estaba sometido por los faraones de Egipto. Más aún, Moisés era también, y continúa siéndolo, nuestro maestro, tal como lo han reconocido los hebreos de todos los tiempos. Moisés, pues, es el profeta más importante del judaísmo y uno de los más grandes del cristianismo; y es también, incluso, muy importante y significativo para el Islam. Podríamos concluir, por tanto, que Moisés lo tenía todo: era un hombre apreciado y respetado por todos; fue un hombre recto, de fiar, un santo varón, un indiscutible líder religioso, legislador y profeta, a quien tradicionalmente, incluso, se le considera el autor de la Torá judía. En definitiva, un buen paradigma para el papa Julio II; es decir, el Santo Padre, en la figura de Moisés, podía mirarse con todas las garantías.
COLABORADOR CON DIOS EN LA CONSTRUCCIÓN DE LA AUTOPISTA DE LA FELICIDAD Y LA SALVACIÓN HUMANA
Sí, queridos peregrinos, Moisés incluso se atrevió a “negociar” con Dios el camino de la salvación humana. Más exactamente, también “negoció” con Él el mejor sendero para alcanzar la auténtica felicidad humana. Es decir, durante cuarenta días y cuarenta noches, Dios y Moisés, mano a mano, forjaron el “Decálogo” (las famosas “tablas de la ley” o los “Diez Mandamientos”) que, en definitiva, constituye el código de circulación más seguro, más fiable e infalible que nos conduce hacia la auténtica felicidad humana. Felicidad, de verdad, mientras peregrinamos aquí en la tierra. Y la misma felicidad, también, que con creces y para siempre, nos conduce a la salvación eterna en nuestro último día.
EL PROFETA DE LOS GRANDES PACTOS DE LA SALVACIÓN HUMANA
Sí, Moisés hizo ese gran pacto con Dios y recibió de sus manos, en el egipcio Monte Sinaí, hace ahora 2.300 años, el código de comportamiento más idóneo para la salvación de los humanos. Una valiosa brújula que siempre, de manera segura e infalible, nos marca el norte de nuestra existencia y de nuestra felicidad, y que tan bien nos ha orientado siempre. Es como un potente, seguro e inalterable faro en alta mar, que nunca falla y que nos asegura y garantiza la óptima convivencia entre nosotros (nuestra familia, los amigos y nuestro entorno social, el del día a día), además de convertirse en la mejor garantía de acertar siempre en las grandes decisiones y en el buen destino de toda la humanidad.
CON LAS BUENAS ORIENTACIONES DE MOISÉS SIEMPRE IREMOS POR CAMINOS FIRMES Y SEGUROS
Mirad, ser una buena persona, honrada, franca, trabajadora, generosa; ser noble, amar y dejarse amar por el buen Dios, no mentir y decir en todo momento la verdad, respetar siempre y a todos, desear el bien de las personas y no desear lo que no es tuyo...; todo eso son las leyes que Moisés pactó con nuestro Padre Dios en el Monte Sinaí. Y, no lo olvidemos, amigos y amigas peregrinos, que todos, quizá alguno sin saberlo del todo, llevamos esas leyes inscritas en nuestra conciencia y en nuestro corazón. Y lo sabemos sobradamente: Arrimados a ellas siempre tendremos paz. En cambio, sin ellas siempre permaneceremos aislados, perturbados y sin norte; seremos infelices.
LA HUMILDAD DE MOISÉS
«Moisés, siervo del Señor, murió allí, en territorio de Moab, tal como el Señor había dicho. Fue enterrado en el valle, en territorio de Moab, frente a Bet-Peor; pero hasta el día de hoy nadie sabe dónde está su sepulcro» (Deuteronomio, 34:5-6). Murió a los ciento veinte años sin poder pisar la Tierra Prometida porque, en un diminuto punto de debilidad, dudó de la divinidad, de su Padre Dios (Números, 20:12). Pero él, un anciano humilde, a quien Dios no permitió cruzar el río Jordán, subió a la cima del monte Nebó desde donde divisó la tierra de Canaán y donde murió en silencio y con una santa paz.
LA HUMILDAD DE MICHELANGELO
Sí, este gigante de la historia del arte universal, a pesar de las apariencias, también fue muy humilde. Poco antes de morir, en el año 1564, mientras trabajaba en su Piedad Rondanini y recordaba su gran Moisés, escribió en sus Rime: “Oh carne, oh sangre, oh madera, oh dolor extremo; Vos me redimís de mi pecado”. Amigos peregrinos, ya lo veis, habrá que continuar la próxima semana..., pero, por favor, releamos y reflexionemos con paz y sin ninguna prisa, algo de lo que aquí, más arriba, hemos mencionado. Y no nos dejemos engañar. Como nos dice San Pablo: “Mirad que nadie os deslumbre con especulaciones sabias: son puros espejismos basados en tradiciones humanas, en los poderes que dominan este mundo, y no en Cristo” (Colosenses 2,8).
Ximo Company. Delegación de Patrimonio Artístico
Foto: Basílica de San Pietro in Vincoli, Roma, siglo V, ampliamente reformada en el Renacimiento, el Barroco y durante el siglo XIX. Vemos su interior, con una amplia bóveda central, escarsera, que descarga sobre columnas toscanas estriadas; obra realizada en el siglo XVII por el arquitecto Francesco Fontana. Las pinturas del techo son del genovés Giovanni Battista Parodi (siglo XVII). Al fondo hay pinturas de Jacopo Coppi, il Meglio, de 1577, pintor manierista admirador de Michelangelo y Rafael. Todas hacen referencia a San Pedro y a varios milagros ocurridos con sus santas cadenas.
