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Ayudando a vivir (Obispo Joan)
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Fecha publicación: 
Dom, 07/19/2015
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El evangelio de Lucas (7,1-10) explica la curación de un enfermo, criado de un Centurión romano, después de que su dueño haya presentado a Jesús su petición por medio de unas personas. Una escena en la que Jesús llega a hacer una gran alabanza de la Fe de aquel romano, cuyo texto sólo dice "que había oído hablar de Jesús".

Sin embargo, la cuestión es: ¿Quién le habló de Jesús a este militar extranjero, pagano y miembro de las fuerzas de ocupación? ¿Quién fue el intermediario? ¿Quien hizo este servicio de evangelización?

Cuando los cristianos multiplicamos tantas reuniones y asambleas y participamos, buscando nuevas maneras para ofrecer en mejores condiciones la Buena Nueva en medio de nuestra sociedad tan cambiada, deberíamos hacernos esta pregunta bien concreta: ¿Hablamos de Jesús? ¿Hablamos entre nosotros? ¿Hablamos de Jesús a los otros, a los de casa y los de fuera de casa? Dejando de lado tantas otras cuestiones no tan fundamentales, deberíamos hablar más de Jesús y procurar que todos pudieran oír hablar más, de Él.

Es lo que leemos en el Evangelio de Marcos (16, 15-20). Jesús se aparece a los once Apóstoles y los envía en misión. Una misión acompañada de "signos", que quieren manifestar el poder decisivo del Resucitado sobre el Mal y la Muerte. Y una misión universal: Id por todo el mundo. Proclamad la Buena Nueva a toda la creación. Ellos lo hacen en todas partes con el fin de hacer nacer y crecer la fe, y ésta es también nuestra tarea día tras día.

Naturalmente, para poder hablar de Jesús, debemos tener experiencias de encuentro personal con Él, porque lo nuestro no es prioritariamente una doctrina o una ética. Es la persona viva de Jesús que debemos acoger personalmente para encontrar el sentido último y definitivo en nuestra historia.

Vivimos con alegría la fe cristiana, pero somos conscientes del servicio que otros nos han hecho en la familia, en la escuela, en los grupos parroquiales, y en tantos otros ámbitos, ayudándonos a recibir el don de la fe y a crecer en ella. Les estamos profundamente agradecidos porque nos han transmitido lo más valioso que tenemos. Desde nuestra libertad, y en ocasiones con dificultades, sobre todo en determinada edad, hemos llegado a reconocer y acoger el don de la fe. Pero estamos convencidos de haber llegado a conocer a Jesús gracias a otros creyentes, aunque es el Señor quien nos estaba llamando de tantas maneras.

No se trata de un trasvase de ideas o valores, normas y prácticas, sino de ayudar en todas partes a prestar atención, a tomar conciencia, a descubrir y saborear la alegría de mirar la vida desde la perspectiva de Jesús. Creer es una gracia, pero también una decisión que nos hace estar con el Señor para vivir con Él. Creer en Jesús es un acto de libertad, pero conlleva también lo que podríamos llamar una responsabilidad social. Como lo ha demostrado la Iglesia desde el día de Pentecostés mostrando con toda evidencia su dimensión pública y anunciando a todos y sin miedo la propia fe. Y todos los bautizados hemos recibido la misma misión y la necesaria capacitación "porque Dios, dándonos el Espíritu Santo, ha derramado su amor en nuestros corazones" (Rom 5,5).

Recibid el saludo de vuestro hermano obispo,

+ Joan Piris Frígola, Obispo de Lleida