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Ayudando a vivir (Obispo Joan)
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Fecha publicación: 
Dom, 05/10/2015
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A lo largo de la cincuentena pascual muchos adolescentes y jóvenes reciben el sacramento de la Confirmación: es un momento privilegiado en el camino de la iniciación cristiana que confirma el Bautismo y robustece la gracia bautismal; y, la profesión de fe de los confirmandos, culmina con la participación de la Eucaristía en la mesa de la comunidad. Como dice el Catecismo de la Iglesia Católica (nº1285): «por el sacramento de la Confirmación, los creyentes se vinculan más perfectamente a la Iglesia, se enriquecen con una fortaleza especial del Espíritu Santo, y así se obligan con un mayor compromiso a difundir y defender la fe con la palabra y las obras como verdaderos testigos de Cristo».

Agradeciendo los esfuerzos que hacen los catequistas y los sacerdotes en relación a la preparación y celebración de este Sacramento, la experiencia nos pide hacer una reflexión responsable. Hemos de situarnos en el aquí y ahora y preguntarnos quiénes son y cómo son los candidatos, de dónde vienen, qué piden, por qué lo piden y por dónde podemos caminar pastoralmente. No podemos controlar cómo ni cuándo la gracia de Dios consigue sus frutos en la vida de las personas. Nuestra tarea es sembrar y acompañarlos sin desfallecer. Pero debemos preguntarnos qué estilo y qué grado de vida cristiana llevan nuestros adolescentes y jóvenes después de su Confirmación. Y cuál es, de hecho, nuestra oferta.

Por lo tanto, sin descuidar el cómo, hay que pensar más y sobre todo en el qué, porque uno de los problemas básicos de nuestra pastoral es la iniciación de nuestros fieles en la vida cristiana. Es un camino al final del cual nos encontramos con un cristiano capaz de serlo con ciertas garantías. Pero una verdadera iniciación conlleva formación, conversión, celebración, práctica de las virtudes y actividades cristianas. Sin eso tampoco podemos esperar nada serio.

La preparación debe ayudar a hacerlos conscientes del don y de la misión que este Sacramento otorga con la fortaleza que da el Espíritu Santo. Es donación gratuita que perfecciona, que hace progresar, que confirma (corrobora) algo ya existente por el Bautismo, pero pide también correspondencia y acogida. Los Sacramentos implican la fe en Cristo y la aceptación de la Iglesia como Cuerpo visible de Cristo, comunidad con la que celebramos y seguimos creciendo en esta fe. Debemos procurar que los candidatos -a su nivel- descubran a Jesús de Nazaret y confiesen (reafirmen) su fe en Él y decidan hacerlo referente incondicional para el propio comportamiento. Esto pide querer tener a Jesús y sus criterios (que hay que conocer) como pauta de evaluación en la vida.

Además de la necesaria acogida y atención personalizada e independientemente de la edad de los candidatos, que no es el problema, hay que poner el acento principal en la seriedad de la preparación personal de cada uno y dar relevancia a los aspectos de vinculación a la Iglesia y de fortaleza para el testimonio. Para esta participación activa en la misión hay que entrenarse, y que los adolescentes y jóvenes vayan descubriendo cuáles son sus carismas y los pongan al servicio de la comunidad.

Recibid el saludo de vuestro hermano obispo,

+ Joan Piris Frígola, Obispo de Lleida