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Ayudando a vivir (Obispo Joan)
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Fecha publicación: 
Dom, 03/10/2013
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Al celebrar el próximo 17 el DIA DEL SEMINARIO, recordando y agradeciendo el hecho de que nuestra Diócesis haya vivido el gozo de algunas ordenaciones estos últimos años, quiero volver a hacer una llamada a las familias, a los  sacerdotes, a los educadores, a los miembros de grupos parroquiales y movimientos: con nuestro testimonio de fe y de entusiasmo apostólico, todos hemos de transmitir a las nuevas generaciones el vivo deseo de responder generosamente a Jesús que llama a seguirlo más de cerca. Es necesario que oremos para que se mantenga viva la llama vocacional a todos los niveles, y hay que comprometerse a promover y a cuidar ilusionados las llamadas vocacionales que puedan ir saliendo entre nosotros.

Y hago extensiva esta llamada a los mismos jóvenes: las vocaciones al sacerdocio ministerial nacen de la experiencia del encuentro personal con Jesús, del diálogo sincero y confiado con él para entrar en su voluntad y escuchar su voz que puede estar resonando en nuestro interior. El amor de Dios, que se ha manifestado plenamente en Jesucristo, interpela nuestra existencia, y pide una respuesta sobre lo que cada uno quiere hacer de su propia vida y hasta dónde está dispuesto a comprometerse para realizarse plenamente.

El Siervo de Dios Pablo VI, durante el Concilio Vaticano II (04/11/1964) decía: "El problema del número suficiente de presbíteros afecta de cerca a todos los fieles, no sólo porque de ello depende el futuro religioso de la sociedad cristiana, sino también porque este problema es el índicador justo e inexorable de la vitalidad de fe y amor de cada comunidad parroquial y diocesana, y testigo de la salud moral de las familias cristianas".

La respuesta a la llamada de Jesús es la manifestación más clara de la vitalidad de la comunidad cristiana y ayuda a mirar con particular confianza y esperanza el futuro de la Iglesia y su labor evangelizadora, que necesita siempre nuevos operarios para la predicación del Evangelio, para la celebración de la Eucaristía y para el sacramento de la reconciliación. Hay que proponer con valentía evangélica la belleza del servicio a Dios, a la comunidad cristiana y a todos.

El Seminario, centro de convivencia y formación -diocesano o interdiocesano en Barcelona, como es nuestro caso- hace ese servicio necesario de acompañamiento y discernimiento que prepara a la decisión definitiva y a la llamada efectiva por parte de la Iglesia en la persona de sus responsables, sucesores de los Apóstoles. Y el mantenimiento de este centro y los estudios de sus miembros -internos o externos- es responsabilidad de cada comunidad diocesana. Por eso, quiero también animar a la solidaridad de todos y cada uno pidiendo ayuda para los gastos que conlleva.

Con mi agradecimiento personal, recibid el saludo de vuestro hermano obispo,

+ Joan Piris Frígola, Obispo de Lleida