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Ayudando a vivir (Obispo Joan)
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Fecha publicación: 
Dom, 03/22/2015
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Cada 25 de marzo los cristianos celebramos litúrgicamente el misterio de la encarnación del Señor en el vientre de María: el Señor de la vida entró en nuestra propia realidad mortal y, al venir en la humildad de nuestra carne, realizó el plan de redención trazado desde antiguo y nos abrió el camino de la salvación. Y, Aquel que vendrá nuevamente al final del tiempo lleno de gloria realizando así la plenitud de su obra, viene ahora a nuestro encuentro en cada persona y en cada evento, porque lo recibamos en la fe y, con nuestro amor, damos testimonio de la esperanza gozosa de su Reino.

Al hacerse hombre ("carne", fragilidad), Dios ha dado valor eterno a todo lo nuestro. Los cristianos consideramos que la vida humana es un bien fundamental, absoluto y sagrado por su relación especial con Dios, que nos crea a su imagen y semejanza. Cada vida humana proviene de Dios, le pertenece, y está hecha para volver a Dios. No somos dueños absolutos sino administradores de la vida. Nuestro poder tiene límites, y siempre hay que reconocer y tutelar a cada hombre y cada mujer como persona y nunca como algo de lo que se puede disponer. Por eso, la Iglesia cumple su misión anunciando y proclamando el valor absoluto y sagrado de la vida de la persona desde su concepción hasta su muerte natural.

En nuestro país continúa el debate a propósito del cambio de legislación: victoria para algunos y frustración para muchos otros. Pero nuestra conciencia moral pide alternativas más allá de reformas legislativas. Continúa muy actual la toma de posición hace algún tiempo de la Dra. Mª Dolores Vila-Coro, Directora de la Cátedra de Bioética y Biojurídica de la Unesco: "Para que una ley sea justa no sólo debe estar de acuerdo con la legalidad, es necesario que se fundamente en unos valores y principios que la legitimen, sin los cuales no será una verdadera ley. Una ley de plazos que dejara al azar de la madre la voluntad de abortar nunca podría ser legítima".

Más aún: si decimos que los cristianos debemos dar un alegre y convincente testimonio de constructores de bondad optando siempre por los más pobres, y con nuestra presencia y cuidado de enfermos y moribundos, damos testimonio de que toda vida tiene valor y no existe nadie que no valga nada, hay que seguir afirmando también que los no nacidos son los hijos de Dios más indefensos. Hay que promover la vida con fe y alegría y ayudar a que las personas no tengan que resolver sus problemas actuando contra la vida humana en sus etapas más vulnerables. Que puedan encontrar en la Comunidad Cristiana la fuerza, la comprensión, la ayuda y los recursos que necesitan para proteger las nuevas vidas. Hay que continuar ofreciendo alternativas y opciones que no sea el aborto.

Sin olvidar que el tema es de mucha complejidad y haríamos muy bien todos al no simplificarlo. Hay que tratarlo con un máximo de respeto. En las cuestiones que afectan a la vida humana todos deberíamos afinar mucho. Seguramente es un tema que nos supera a muchos de nosotros.

Recibid el saludo de vuestro hermano obispo,

+ Joan Piris Frígola, Obispo de Lleida