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Ayudando a vivir (Obispo Joan)
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Fecha publicación: 
Dom, 04/21/2013
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Es muy común en ámbitos eclesiales hablar y proponerse acciones evangelizadoras y pienso que el camino pascual de este Año de la Fe debería aprovecharse, al menos, para hacer una cierta evaluación: ¿somos evangelizadores? ¿en qué, cómo, cuándo y dónde?

Sabemos que la mejor manera de evangelizar ("de iluminarlo todo desde el Evangelio") es un testimonio coherente de vida y de palabra, en permanente contraste con lo que san Pablo llama "los dominadores de este mundo de tinieblas" (Ef 6,12).

He releído el capítulo 7º de la Constitución Conciliar "Lumen Gentium" del Vaticano II donde se insiste en la función que tenemos todos los bautizados por propia vocación de buscar el Reino de Dios, ocupándonos de las cosas temporales y ordenándolas según el proyecto de Dios..., guiados por el espíritu evangélico..., desde dentro, a modo de levadura. Al mismo tiempo se nos pide "consagrar" todas las realidades humanas y convertirlas en sacrificios espirituales, que se ofrecen al Padre en la celebración de la Eucaristía en unión con Jesús.

Se trata, pues, de la necesaria ordenación justa de las estructuras e instituciones temporales para reconducir el mundo a Dios: todo lo que implica la relación entre nosotros (la familia, la cultura, la vida social, el arte, la política, las asociaciones, la vida administrativa, la vida sindical, la economía...) y todo aquello que constituye nuestra  relación con la naturaleza (el trabajo, la transformación de materias primas, el trabajo científico o técnico...)

¿Qué estamos dispuestos a "hacer" -"entre todos y para el bien de todos"- a fin de "rescatar" nuestra respectiva parcela, sumándonos a la construcción de un mundo cada día más de acuerdo con el querer de Dios manifestado en Jesús?

Es preciso salir de las redes de nuestro yo y de todas las reducciones "religiosas" habituales y buscar en la Biblia testimonios auténticos de creyentes: veremos que todos ellos experimentan un contraste interior ante las perspectivas de la fe que les pide a veces un desarraigo exigente. Y esto provoca crisis, porque Dios interviene en nuestra vida pero no nos quita el peso de nuestra condición humana.

Leed la carta a los cristianos Hebreos cuando habla de la fe, glosando la vida de algunos testigos (Hebr. 11, 8-10. 17-19. 35-38). Indiscutiblemente es un lenguaje duro que no querrán escuchar aquellos que buscan un Dios consolador que venga a dar tranquilidad a su vida, o que se envuelven en un montón de protecciones aseguradoras que les ahorre el riesgo de la existencia.

Y este lenguaje, más tarde, será reafirmado por san Pablo (1Cor 4, 9-13.16) hablando de los apóstoles seguidores de Jesucristo, llevándonos a mirar y entender la fe como un camino difícil en el que las seguridades humanas desaparecen dejándonos solos ante Dios, el cual no porque nos ama deja de ser menos exigente.

Recibid el saludo de vuestro hermano obispo,

+Joan Piris Frígola, Obispo de Lleida