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Ayudando a vivir (Obispo Joan)
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Fecha publicación: 
Dom, 11/23/2014
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Cristo Rey del universo, a quien celebramos en este último domingo del año litúrgico, es presentado como el primer resucitado en quien todos revivirán, victoriosos del mal y de la muerte. Jesús habla del Reino “preparado para vosotros desde la creación del mundo”: este es el proyecto de Dios para la humanidad.

En la Biblia, los reyes, los jefes del pueblo y Dios mismo son comparados a los pastores (Ez 34), y Jesús se presentará como el buen pastor que da la vida por su rebaño (Jn 10, 11-18). La imagen de Rey-Pastor se transforma en la del Rey-Juez en Mateo 25, un texto que ilumina la naturaleza de la misión de Jesús, que no ha dejado de anunciar la venida del Reino, y sus obras, enseñando que este Reino ha sido preparado para los pequeños y los pobres, a quien Dios hará justicia, y en el que para entrar no bastará decir Señor, Señor (Mt 7, 21). Haciendo causa común con los más frágiles, sufriendo su misma suerte, identificándose con ellos, Jesús actúa con misericordia, compasión y ternura, como Dios. Al mismo tiempo, investido de la realeza divina, ha recibido el poder de condenar a aquellos que los oprimen y dar a los benditos de su Padre la herencia del Reino. Así es el Hijo del hombre, Cristo Rey del universo, que la Iglesia celebra este domingo.

A nadie puede extrañar, pues, que el Papa Francisco, en su Exhortación programática "La alegría del Evangelio" (nº 3), haya insistido explícitamente en la centralidad del encuentro personal con Jesucristo. La fe cristiana nace de esta experiencia. No es primordialmente un sistema religioso, un código moral, una tradición ritual, sino una experiencia vital. El punto de partida que lo ha desencadenado todo ha sido el encuentro sorprendente y transformador que vivieron unos hombres y mujeres con Jesús, el Cristo, experimentando lo que podría expresarse como: "la proximidad salvadora de Dios". Su vida queda transformada dando un sentido y una orientación nueva a su existencia y rompiendo la imagen que tenían de sí mismos, de la vida, del mundo y de Dios.

En esto consiste la experiencia religiosa cristiana: vivir, en el ámbito de la comunidad y por acción del Espíritu Santo, el encuentro con Cristo resucitado que lleva a una nueva manera de ser que se manifiesta en un estilo de vida caracterizado por la salida de sí mismo: "tuve hambre y me disteis de comer; tuve sed y me disteis de beber; era forastero, y me acogisteis; estaba desnudo, y me vestisteis; estaba enfermo, y me visitasteis; estaba en la cárcel, y vinisteis a verme... ¿Cuándo, Señor?... El rey les dirá: Os aseguro que cuanto hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis "(Mt 25, 34-40).

La historia de la fe cristiana es la historia de una experiencia que se transmite y se contagia de unas generaciones a otras. Podemos analizar muchos aspectos de esta experiencia pero lo importante es captar que su núcleo es el encuentro personal con el Dios vivo revelado en Jesucristo. Un encuentro que afecta a toda la persona (pensamientos, sentimientos, la vida entera), y que podemos vivir también nosotros "porque Dios, dándonos el Espíritu Santo, ha derramado su amor en nuestros corazones" (Rom 5, 5).

Recibid el saludo de vuestro hermano obispo, 

+ Joan Pirirs Frígola, Obispo de Lleida