
[30-12-25] El Foro Imperial (II)
NO OBSTANTE, ¿POR QUÉ DESAPARECIÓ ESTE GRAN IMPERIO ROMANO? ¿QUÉ PUDO SUCEDER?
¿Cómo puede ser que hubiera desaparecido este gran Imperio tan perfectamente tejido, organizado y sincronizado? ¿Y por qué, al fin y al cabo, tantos y tantos otros grandes poderes e imperios humanos han podido derrumbarse con el implacable paso del tiempo? Mirad, hoy, toda esa grandiosidad pétrea y eminentemente arqueológica ya no está “vigente”, o está en “bromas”, “desaparecida” y “aniquilada”, “borrada”. ¿Por qué? ¿Qué habría podido pasar? Prácticamente solo nos queda un rastro de solemnidad, totalmente inerte y completamente petrificada. Y eso, respecto a todos y cada uno de los foros de Roma: el Foro de César (Forum Iulium), el Foro de Augusto (Forum Augustum), el Templo de la Paz (Forum Pacis) construido bajo el mandato del emperador Vespasiano, el Foro de Nerva (Forum Transitorium) levantado por Domiciano, y el magnífico Foro de Trajano (Forum Traiani), con su famosa Columna Trajana de 38 metros de altura. Todos se derrumbaron. A pesar de las protestas en el Renacimiento de grandes artistas como Miguel Ángel y Rafael, los foros, todos, se convirtieron en canteras de materiales que se podían expoliar o bien reutilizar después de triturarlos y convertirlos en cal, en polvo, en nada.
AL FIN Y AL CABO, TODO LO QUE ES ESTRICTAMENTE HUMANO TIENE FECHA DE CADUCIDAD
Sí, amigos peregrinos, todo lo que es humano, sea a nivel individual o colectivo, es fugaz. Esta es una gran lección. Vigilemos, pues, y revisemos dónde tenemos puesto nuestro corazón. ¿Cuál es, de verdad, nuestro imperio? Mirad, mucha gente hemos tenido la inmensa fortuna de pasear varias veces por todos esos grandes foros y siempre hemos experimentado una inmensa soledad. ¡Dios mío, adónde ha ido a parar el bellísimo Forum Romanum! Durante toda la República Romana, las actividades políticas y judiciales se concentraban aquí, en el Foro Romano, pero con la llegada de la Época Imperial, poco a poco, este foro dejó de ser el centro político de Roma. Este nuevo centro se desplazó hacia la Colina Capitolina, indicando que, a partir de entonces, el verdadero poder real lo ejercía el Emperador y no el Senado. Al final, aquel Imperio Romano seguía siendo grandioso, aunque, a partir de entonces, y cada vez un poco más, con sus frágiles pies de arena. Lo iremos viendo, queridos amigos, pero tengamos siempre en cuenta que las estructuras humanas, todas, pueden ser más o menos grandiosas, pero también sabemos que todas tienen una indetenible fecha de caducidad. Tomemos nota. ¿Dónde tenemos, de verdad, puesto nuestro corazón?
EL OTRO “PEQUEÑO IMPERIO”
Así pues, ante la verificada transitoriedad de aquel gran Imperio Romano, reconforta y sorprende comprobar que aquel otro “pequeño imperio”, que precisamente nació y convivió con el fabuloso Imperium Romanum, es decir, el construido por Jesús de Natzaret, carpintero, verdadero hombre, pero también verdadero Dios, de acuerdo con la fe de los cristianos, se mantiene intacto, ciertamente frágil y con no pocas debilidades, pero activo, alegre, en pie, vigente e incluso creciendo, renovándose y expandiéndose como pequeñas semillas de granos de mostaza por todo el mundo. Es indestructible. Es verdad que el tren de este “pequeño imperio” ha descarrilado alguna que otra vez, pero desde hace más de dos mil años pasa y vuelve a pasar, siempre renovado, y vuelve a recoger a los descarrilados y, con mucho cuidado, nos transporta hasta el cielo. De verdad, nuestro “pequeño imperio” es muy consistente, no se acaba nunca, no ha fallado nunca y no puede fallar nunca. Lo proclamó Jesús hace más de dos milenios, y lo hizo con una imperturbable contundencia y seguridad; escuchemos: “Y yo te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las fuerzas del reino de la muerte no la podrán dominar” (Mt, 16, 16-18).
EL IMPERIO DE LA BUENA NUEVA
Según el texto que acabamos de leer, tomado de la Buena Nueva de San Mateo, ni el poder, ni la moda, ni siquiera el carcoma del error, del mal, del pecado y de la misma muerte podrán derrotar este “pequeño imperio” del amor y la convivencia fraterna construido por Jesús de Natzaret. Todos podemos decir, como San Pablo: “Sé de quién me he fiado” (2 Tim 1,12). ¿Cómo es posible que esto sea así? ¿Por qué habría de ser así? Porque Dios, desde siempre, lo ha pensado así: “Y yo te digo que tú eres Pedro… Te daré las llaves del Reino del cielo; todo lo que ates en la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que desates en la tierra quedará desatado en el cielo” (Mt, 16,19).
“EL CIELO Y LA TIERRA PASARÁN, PERO MIS PALABRAS NO PASARÁN” (Mt, 24,35)
Esta frase, queridos peregrinos, debería llenarnos de una paz inmensa. Podemos afirmar, sin ninguna presunción indebida, que estamos en la verdad. Y nos gloriamos de creer en esta verdad. “Sabemos de quién nos hemos fiado”, como dice San Pablo. Y queremos seguir, hasta el último día, por este seguro atajo. Y caminaremos felices, no solo por Roma, caput mundi, sino por todo el mundo. Y veremos Roma con los enriquecedores ojos de la fe, la oculata fides que hemos mencionado más arriba. Estaremos en contacto con la Santísima Trinidad, y ella, para cada momento y para cada ocasión, nos dará la mirada y la palabra oportuna. En fin, iremos seguros.
UN DETERMINANTE CAMBIO DE ORIENTACIÓN: MIRANDO A SAN PEDRO Y DE ESPALDAS AL FORO ROMANO
Cuando los peregrinos o los turistas de Lleida lleguéis a la Plaza del Capitolio debéis conocer su parte más significativa; un hecho muy curioso. Mirad, durante siglos el Capitolio y la estatua ecuestre del emperador Marco Aurelio que lo presidía de manera solemne estuvieron orientados hacia el mundo pagano del Foro Romano. Lógico. El Foro era lo máximo; el punto neurálgico del gran Imperio Romano. Sin embargo, desde el inteligente giro orientativo que le dio Miguel Ángel en el siglo XVI, tanto la plaza como Marco Aurelio miran hacia otro gran epicentro mundial: la Basílica de San Pedro, la nueva Jerusalén celeste de la religión, la cultura y el pensamiento cristiano. La nueva orientación de Miquel Àngel obedece a un criterio también completamente lógico: el Imperio Romano ya no existía en vida de Miquel Àngel. Había caducado. En cambio, el plan salvífico de la paz dispensada por Jesús de Nazaret era la nueva gran realidad; una realidad, además, viva, que seguía y continúa completamente vigente.
Ximo Company. Delegació de Patrimoni Artístic
Foto: Plaza del Capitolio, Roma siglo XVI; proyectada por Miquel Àngel. El pavimento, diseñado también por Miquel Àngel, fue terminado en 1940 por orden de Mussolini. Tanto la plaza como la estatua ecuestre de Marco Aurelio (una copia; el original se encuentra en el Museo Capitolino) miran al nuevo centro del mundo, la Basílica de Sant Pere, situada al fondo, un poco hacia la izquierda.
