Vivió buena parte de su episcopado fuera del obispado; la tarea administrativa la realizaba un vicario general.
Eugenio IV le nombró obispo de Lleida, con dispensa de residencia, en el año 1435. Tomó posesión del cargo mediante un procurador, que fue misser del Bosch, a quien posteriormente le nombró su vicario general. Aznárez no vino a Lleida hasta el año 1438. Hasta aquel momento residió en Roma, activando asuntos reales puesto que era uno de los consejeros del rey Alfonso IV el Magnánimo.
Un hecho destacable de su pontificado fue el de dar, en el año 1447, unos nuevos estatutos para coordinar las actividades docentes de los profesores y de los estudiantes del Estudio General de Lleida, a la vez una normativa sobre el vestir y la conducta de los estudiantes.
Vino un tiempo a Lleida, a principios del año 1438. Vivía:
... En la ciudad de Gaeta y de Nápoles como virrey del rey de Aragón.
... y en su continuo servicio al Señor Rey trabajó de manera fructífera en otras partes de Italia.
Entre otros trabajos que le mantuvieron lejos de la sede leridana, estuvo el del Concilio de Basilea en el año 1438; se estudiaron diversos temas teológicos y no tan teológicos. Este concilio tuvo poca resonancia ya que la poca asistencia fue una de las características del concilio. Lo que se pretendía era continuar con el concilio de Constanza. Se quería dar un toque de gracia final a la herejía husita; pacificar las inacabables guerras entre Francia e Inglaterra y reforzar los intentos para llegar a la unión entre las iglesias latina y griega.
En agosto de 1443 el Papa Eugenio IV, conocido como el reformador, autorizaba el establecimiento de un hospital en Lleida, donde se recogían enfermos leprosos -un lazareto-. No debió durar mucho tiempo, pues la guerra entre Juan II y su hijo, el Príncipe de Viana, hizo que desapareciese.
El obispo García en Basilea había trabajado para que se prohibiese un “trabajo” nunca desaparecido, la usura. Cuando volvía de este concilio falleció en Génova el 13-III-1449.
Se planteó el problema de trasladar sus restos a Lleida y el lugar donde debían ser enterrados. Suponemos que el obispo García y la reina María no debían estar muy de acuerdo, puesto que ésta se oponía a que le concediesen honores al cadáver del obispo. Por fin le enterraron en el coro de la Seu.
Mn. Ramiro Viola González