
[27-08-25] Texto: Xavier Pete / Agència Flama
El sacerdote rumano Adrià Burca (1976) hizo las maletas en 2006 para ir desde su ciudad de origen, Bacău, situada en la histórica región de Moldavia, hasta Lleida, donde esperaba quedarse solo tres meses. Casi dos décadas después, es el delegado de la Pastoral Diocesana de Personas Migradas de Lleida y una de las personas de referencia para los numerosos colectivos de extranjeros que llegan desde muchas partes del mundo a la diócesis leridana desde que sustituyó en este cargo al sacerdote leridano Joan Mora, en 2019.
Este mes de agosto, mientras se encarga de organizar la primera actividad del nuevo curso eclesial que arrancará en septiembre, una peregrinación para migrantes al Santuario de Lourdes, también se prepara para un primer encuentro con su nuevo obispo, Daniel Palau, a quien espera ver pronto “con muchas ganas”, admite.
“Tenemos mucha ilusión de mostrar al obispo el trabajo que hacemos, y que han avalado anteriormente obispos como Salvador Giménez”, destaca, refiriéndose a actividades como la de Lourdes, “en la que atravesaremos los Pirineos para mostrar a muchos grupos de migrantes esta devoción mariana tan relevante en el mundo católico”, y a otras acciones que desde esta pastoral tienen un objetivo determinado: “Queremos hacer ver a la sociedad leridana que muchos migrantes no solo vienen para trabajar, sino también para cultivarse espiritualmente”, sostiene. Así es como en los últimos tres años se han llenado numerosos autobuses para visitar Francia.
Y como, durante el resto del curso, son varias las iglesias católicas de la capital del Segrià que acogen experiencias religiosas protagonizadas, por ejemplo, por africanos, latinoamericanos y europeos. “Si lo hacemos así, sin quedarnos en una sola iglesia y poniendo en marcha propuestas pensadas tanto para los sacerdotes como para los feligreses de la diócesis, conseguimos el efecto deseado, el de dar visibilidad a este colectivo”, manifiesta Burca, párroco de las parroquias de Torrebesses, Sarroca de Lleida, la Granadella y Bellaguarda.
“Me gusta ver cómo, abriendo las puertas de la Iglesia, se consiguen realidades tan enriquecedoras como las que hay en Lleida, con muchos fieles que dejan de sentirse migrantes para pasar a ser leridanos como los demás”, añade este sacerdote, para quien “es importante valorar nuestras vidas, pero también la de los hermanos que vienen de fuera, evitando divisiones innecesarias y voces que hablan por hablar”, concluye.