EL PAPA Y LA IGLESIA UNIVERSAL                                         30. junio. 2024

Queridos diocesanos:

Todos los pueblos y todas las instituciones tienen, cada año, un día especial de celebración para recordar su fundación, para conmemorar un acontecimiento o para resaltar la figura de una persona concreta que ayuda a cohesionar y representar al conjunto. A los católicos nos pasa lo mismo y dedicamos una jornada, el día de san Pedro y san Pablo, a festejar y rezar por la Iglesia y, en concreto por el Papa que, a través de su ministerio, la orienta y la representa.

Es la Iglesia universal la que celebra y se alegra en este día de los Apóstoles que Jesucristo puso para siempre como fundamento de la misma. Y así lo hacemos nosotros en nuestra iglesia particular de Lleida donde nos conocemos casi todos, oramos juntos, compartimos vivencias, éxitos y fracasos pastorales, donde tenemos responsabilidades distintas puestas siempre al servicio de la comunidad que nos acoge y dando testimonio del mensaje de Cristo a los ciudadanos que conviven con nosotros. Es día de gozo, de deseos de unidad y de compromiso por el servicio responsable.

El Concilio Vaticano II discute y aprueba una Constitución sobre la Iglesia, Lumen Gentium, en cuyo número 8 se puede leer: “Esta es la única Iglesia de Cristo, la que confesamos en el Credo que es una, santa, católica y apostólica. Nuestro Salvador, después de su resurrección, la entregó a Pedro para que la pastoreara. Le encargó a él y a los demás Apóstoles que la extendieran y gobernaran y la erigió para siempre como columna y fundamento de la verdad”. A lo largo de los siglos la Iglesia es gobernada por el sucesor de Pedro y por los obispos en comunión con él; en ese mismo párrafo, utilizando una feliz expresión de san Agustín, afirma que “la Iglesia continúa su peregrinación ‘en medio de las persecuciones del mundo y de los consuelos de Dios’ anunciando la cruz y la muerte del Señor hasta que vuelva”. Es un documento conciliar que ofrece un resumen perfecto de la naturaleza de la Iglesia, que es a la vez visible y espiritual, la define como Pueblo de Dios, analiza su fundamento y describe la organización de la misma y la responsabilidad de sus miembros con los medios que cuentan para caminar buscando la santidad para acabar con una referencia a la función de la Virgen María en la historia de la salvación.

Respecto a la figura de san Pedro, fue el primero en confesar la fe, y san Pablo, el maestro insigne que la interpretó. Ambos, por caminos diversos, congregaron la única familia de Cristo y son venerados por todos nosotros como protectores y patronos de toda la comunidad.

Es una veneración que se solapa con la alegría de pertenecer a esta Iglesia y sentir felicidad de sentirnos unidos todos independientemente del pueblo, de la cultura o del estado social. Hay una llamada en esto a la responsabilidad de todo bautizado a vivir con coherencia su fe tratando de eliminar aquellos puntos negativos que ensombrecen su faz ante el mundo porque privan a los demás que conozcan y se encuentren con Jesucristo. Además mantiene el compromiso de intensificar y multiplicar oraciones por la Iglesia y por el actual sucesor de Pedro, el papa Francisco, reconocible en cualquier país y circunstancia por sus enseñanzas, por su cercanía y por su insistente preocupación ante los problemas que invaden el mundo actual: la guerra, el hambre y la desnutrición infantil, las desigualdades, los maltratos, la trata de personas, el abandono y la soledad de niños y ancianos, la cultura de la muerte en el espacio occidental y tantos otros.

Los católicos actuales, a pesar de las diferencias de opinión y con sensibilidades diversas, expresamos hoy con mayor intensidad si cabe nuestro cariño y oración por el papa Francisco y por lo que representa su ministerio en favor de la Iglesia universal y al servicio del mundo entero.

Con mi bendición y afecto

                                                          +Salvador Giménez, obispo de Lleida