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Ayudando a vivir (Obispo Joan)
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Fecha publicación: 
Dom, 06/15/2014
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Leyendo el diálogo entre Jesús y Nicodemo (Jo 3,1-21) a la luz de la fe bíblica, descubrimos al gran protagonista de todo lo que allí se dice, a Dios Padre, cuya iniciativa se presenta con palabras muy significativas: amar, dar, enviar... "Dios ha amado tanto al mundo que dio a su Hijo único para que no se pierda ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna. Dios no envió a su Hijo al mundo para que el mundo fuera condenado, sino para salvarlo por medio de él".

Por eso, para conocer a Dios, debemos empezar conociendo mejor a aquel que, con su vida, con la entrega de su vida, con su muerte por amor, ha sido y sigue siendo la explicación de cómo es Dios, a quien nadie ha visto nunca (Jo 1,18).

El verbo que emplea el Nuevo Testamento para señalar las relaciones entre Dios y Jesús, entre Jesús y sus discípulos y las de los discípulos entre sí, es "amar" (agapàn, en griego). Un amor que sigue activo en medio de nosotros: La vida cristiana consiste fundamentalmente en llevar a la práctica esta manera de amar, siguiendo las actitudes de Jesús y dejándose transformar por el Espíritu que hemos recibido en el Bautismo, que nos regenera, nos hace partícipes de este amor de Dios y nos capacita para difundirlo.

Por eso, nuestra presencia en el mundo como cristianos debe ser también transformadora, aunque siempre con humildad y sin pretensiones. Porque se nos pide ser sal, luz, levadura..., encarnación de la "Buena Nueva", testigos del amor que Dios ha manifestado en Jesús, el Dios hecho hombre por obra del Espíritu Santo.

A veces cantamos en los Salmos: "gustad y ved qué bueno es el Señor"... Nos tenemos que convertir en una "degustación gratuita" de esta bondad y siempre al alcance de todos. Tenemos el deber de ser puntos de referencia, señales para quienes puedan vivir un poco desorientados, sabiendo que vivimos en una sociedad aparentemente cristiana y conscientes de que "no es oro todo lo que reluce".

En este Domingo de la Trinidad, hay que tener presentes de manera muy especial a los miembros de las comunidades de vida contemplativa de nuestros monasterios, verdaderos signos de amor viviente e interpelador, total y gratuito, y orar insistentemente para que no falten nunca en la Iglesia.

Multitud de hombres y mujeres desconocen los caminos que llevan a la verdadera felicidad y la paz del corazón. Van preguntando y, a su manera, nos están pidiendo que les mostremos a Dios. Es necesario que seamos capaces de darles respuesta e indicarles el camino.

Es necesario hacerles experimentar de cerca el amor de Dios que hemos descubierto en Jesús, de modo que pueda ser descubierto como una Buena Noticia. 

Recibid el saludo de vuestro hermano obispo,

+ Joan Pirirs Frígola, Obispo de Lleida