
[08-07-25] Santa María de la Victoria; Santa Maria della Vittoria
UNA IGLESIA CARMELITA
Lo más importante de esta discreta —aunque bien ritmada— iglesia barroca carmelita, situada en la vía XX Settembre, número 17, y construida por el conocido arquitecto suizo, nacido en el Cantón del Ticino, lindando con el norte de Italia, Carlo Maderno, a principios del siglo XVII, es la Capilla de la Familia Cornaro (una adinerada familia veneciana de la que destaca quien fue cardenal y patriarca de Venecia, Federico Cornaro), donde se encuentra el famoso Éxtasis de Santa Teresa de Ávila, obra escultórica maestra que el citado cardenal Cornaro encargó a Gian Lorenzo Bernini en 1646.
UNA OBRA MAESTRA ESCULTÓRICA IRREPETIBLE
Se trata, sin lugar a dudas, de la representación mística más excelsa de toda la historia del arte universal. Es una obra increíble que sigue suscitando multitud de preguntas: ¿qué tenía Santa Teresa d’Àvila que podía hablarle a Dios de tú a tú? ¿Cómo logró Bernini atrapar un momento tan crucial del pensamiento y la espiritualidad cristiana?
UN PRODIGIO HECHO CON UN MÁRMOL DE CARRARA QUE PARECE DE PLASTILINA
Un prodigio indiscutible. Un unicum (algo único, irrepetible e indescriptible). Un verdadero e incomparable éxtasis o arrobamiento místico que la carmelita española Teresa Cepeda Ahumada, más conocida como Santa Teresa de Jesús o de Àvila, experimentó en vida, hacia 1562, cuando, según narra ella misma, se le apareció un bello ángel querubín que le clavó en el corazón un dardo dorado y la inflamó de amor místico, de amor de Dios.
LA LITERATURA DEL CIELO
Permitidme, queridos peregrinos, que no traduzca este texto tan sublime a la lengua castellana; aquí lo tenéis:
"Veíale en las manos un dardo de oro largo, y al fin del hierro me parecía tener un poco de fuego. Este me parecía meter por el corazón algunas veces, y que me llegaba a las entrañas... y me dejaba toda abrasada en amor grande de Dios" (Santa Teresa de Ávila, Libro de la Vida, cap. 29, 13).
UN MÁRMOL DE ALGODÓN SUAVE
Nunca, hasta entonces, el frío mármol de Carrara había logrado expresar tanta ingravidez, tanta reverberación y calidez espiritual, tanta concentración y reclamo visual en el ámbito de la escultura religiosa. Una realidad conseguida con un mármol impoluto que, en manos de Bernini, levita de forma inefable y que, a su vez, se torna atrayente, suave, plácido, tierno y vaporoso, como algodón suave (o cotó-en-pèl, como decíamos), subrayado además por finos haces o rayos de luz que, en bronce dorado, descienden desde lo alto del cielo sobre una santa completamente suspendida en el aire y en un profundo estado de éxtasis y embeleso beatífico. ¡Qué maravilla!
UNOS ESPECTADORES SOBRECOGIDOS Y ESTUPEFACTOS
A ambos lados de este unicum de la escultura romana barroca destaca, resuelta también por Bernini con mármol de Carrara, la forma atónita con la que el cardenal Federico Cornaro y sus familiares, desde sendas tribunas situadas a izquierda y derecha del centro de la capilla, contemplan con sorpresa, sobrecogidos, tan portentoso prodigio.
PRESENCIA, ADEMÁS, DE GUIDO RENI, UN SUPERBO PINTOR ITALIANO DEL SIGLO XVII
Resulta curioso, por otro lado, que en esta iglesia, en la tercera capilla a la izquierda, se encuentre la Tumba del Cardenal Berlinghiero Gessi, con un penetrante retrato en pintura realizado por Guido Reni hacia 1640; es, de verdad, una obra excepcional. Es cierto, sin embargo, que hablar de Reni es hablar de uno de los mejores pintores del barroco italiano; es hablar del nuevo Rafael del siglo XVII.
LA SOMBRA Y EL RECUERDO DEL GRAN GALILEO GALILEI
Pero lo que probablemente aún no saben nuestros peregrinos es que uno de los miembros del tribunal que juzgó y condenó, sin razón, al sabio astrónomo Galileo Galilei en 1633, es el ya citado Cardenal Berlinghiero Gessi. Este hizo abjurar a Galileo, de rodillas, de la visión heliocéntrica del universo ante el tribunal de la Santa Inquisición. No obstante, Galileo, atemorizado, cabizbajo y con voz muy baja y temblorosa, pronunció su conocida frase “eppur si muove”; “y sin embargo, se mueve”, aludiendo a que es la Tierra la que se mueve y no el Sol. Afortunadamente, en 1992, el papa San Juan Pablo II pidió perdón por los errores que hubieran cometido los hombres de la Iglesia en relación con Galileo Galilei, así como en otros momentos de la historia. Qué decisión tan lúcida y valiente la de Juan Pablo II; desde entonces, religión y ciencia se reconciliaron y prometieron respeto mutuo. Y así, poco a poco, el mundo, nuestro querido mundo, amigos y amigas, y pese a algunos procesos dolorosos, “camina hacia su definitiva perfección” (Youcat, núm. 51).
Ximo Company. Delegación de Patrimonio Artístico
Foto: Gian Lorenzo Bernini, “Èxtasi de Santa Teresa d’Àvila”, mármol y bronce, 1646. Capilla de la Familia Cornaro, Iglesia de Santa Maria della Vittoria, Roma.