
[29-07-25] San Carlino alle Quattro Fontane, San Carlitos en un cruce de cuatro fuentes, (I)
UNA OBRA MAESTRA DE LA ARQUITECTURA BARROCA
Hoy nadie duda que Francesco Borromini (1599-1667), el autor de esta diminuta iglesia de San Carlino alle Quattro Fontane, es el arquitecto más original de la Roma y la Italia barrocas, y quizás también de la Europa de ese período. En realidad, es un genio indiscutible de la arquitectura universal de todos los tiempos.
UN GRAN ARQUITECTO LLENO DE FRUSTRACIONES PROFESIONALES QUE TERMINÓ SUICIDÁNDOSE
La Roma del siglo XVII era más dura de lo que a menudo podemos imaginar. También entre los artistas había enemistades, rivalidades, envidias, odios y malos pensamientos; existía el pecado. Por eso, precisamente, nos conviene tanto arrodillarnos en silencio y arrepentirnos sinceramente de nuestros rencores ante la bondad misericordiosa de Dios; nos hace verdadera falta peregrinar y mendigar, a todas horas, el perdón de Dios. Borromini era un excelente arquitecto, pero la figura de Bernini le hacía demasiada sombra. Mientras este recibía los encargos más importantes del papado, Borromini se tenía que conformar siempre con las migajas. Apenas completaba pequeñas obras para órdenes religiosas sin grandes recursos económicos (como es el caso de San Carlino). O bien trabajaba para Bernini por precios irrisorios. Sin embargo, el colmo de su frustración llegó en julio de 1667, cuando Borromini se enteró de que se había encargado a su adversario, Bernini, la construcción de la tumba del papa Inocencio X, Phamphili. Al conocer la noticia de esta contratación de Bernini, Francesco Borromini, en un arrebato neurótico incontrolable, enloqueció, quemó todos sus escritos, proyectos y diseños, y se encerró en su casa, de la que ya no saldría con vida. Murió la noche del 3 de agosto de 1667 a causa de las heridas que él mismo se había infligido el día anterior al lanzarse sobre su propia espada. Amigos y amigas peregrinos, necesitamos rezar por el alma de Francesco Borromini. Y examinarnos, nosotros mismos, para saber cómo andamos de envidias, pequeñas y grandes; conviene que sepamos que a través del carcoma de la envidia circulan células cancerígenas; expulsemos, pues, cuanto antes esas envidias, y pidamos perdón a Dios y a los hermanos por nuestros miserables rencores y nuestras estériles envidias.
UN ARQUITECTO DISTINGUIDO POR EL REY DE ESPAÑA, FELIPE IV
Nuestro desdichado Borromini murió con 66 años. Pocos años antes, el rey de España, Felipe IV, le había concedido la máxima distinción honorífica, nombrándolo “Caballero de la Orden de Santiago”, por sus lúcidos trabajos arquitectónicos en el aludido Palacio de España, hoy Palacio de la Embajada Española ante la Santa Sede (Palazzo Monaldeschi). De ello hablamos la semana pasada.
SAN CARLINO: UNA INCOMPARABLE ARQUITECTURA DE DISEÑO ARTESANAL; INNOVADORA
Pero centrémonos ahora en nuestro pequeño templo, construido entre 1638 y 1641. Debemos aprender a percibir y saborear, sin prisas, la excelsa originalidad de Borromini en San Carlino, una obra ubicada en la conocida zona del Quirinale. Estamos ante una joya mundial de la arquitectura barroca del siglo XVII. Una diminuta, exquisita, silenciosa, excelsa y espiritual iglesia dedicada a San Carlos Borromeo, arzobispo de Milán. Su plácido interior tiene forma elipsoidal, y es una impresionante demostración de cómo la arquitectura se puede ir “recortando” a medida, hasta conformar el espacio deseado; un espacio único y unificado, perfectamente trabado y cohesionado. Borromini logra aquí, en San Carlino, una “arquitectura total”; es decir, consigue que todos los elementos arquitectónicos de esta iglesia (los que sostienen y los que son sostenidos) interactúen todos al unísono. Borromini llega así a configurar de manera única e indivisible, armada y bien trabada, como ya hemos dicho, todos y cada uno de sus puntos estructurales, plásticos y estéticos; eso es una “arquitectura total”.
SAN CARLINO Y NO SAN CARLOS
A esta iglesia se la conoce como San Carlino alle Quattro Fontane porque es pequeña (por eso es Carlino y no Carlo, o Carlet y no Carlos), y porque se encuentra en un cruce con cuatro fuentes, una en cada esquina, en el cruce de la Via del Quirinale y la Via delle Quattro Fontane. En cada fuente aparece una escultura yacente de finales del siglo XVI; dos son alegorías de los dos ríos que fertilizan Roma, el Tíber y el Arno, y las otras dos representan a dos diosas romanas, Diana y Juno (esta última, esposa de Júpiter, el Zeus griego), que sancionan la abundancia acuífera de los ríos romanos y la fertilidad productiva de sus tierras. Continuaremos con San Carlino la próxima semana. Pero, por favor, no nos olvidemos de rezar por el eterno descanso de Borromini. Y, en lo que nos toca, no olvidemos desterrar las envidias de nuestro pensamiento. ¿De qué sirven?
Ximo Company. Delegación de Patrimonio Artístico
Foto: Francesco Borromini, “San Carlino alle Quattro Fontane”, 1638 y 1641, Roma, vista de su interior.