[09-09-25] Sant'Andrea -Sant Andrés- al Quirinale (I)

 

UN TEMPLO A LA ALTURA DEL GRAN BERNINI

La iglesia de Sant’Andrea al Quirinale no está lejos del templo de San Carlino alle Quattro Fontane que mencionamos hace unas semanas. Y qué bien nos viene, amigos y amigas que peregrinamos a Roma, que estas dos iglesias estén relativamente próximas. El ejercicio comparativo es fundamental en la disciplina de la Historia del Arte, especialmente para aprender a apreciar y saborear, a fondo, los buenos monumentos y las buenas obras de arte.

 

OTRA OBRA, BIEN SEÑERA, MAESTRA, DE LA ARQUITECTURA UNIVERSAL

Casi siempre, en la Historia del Arte los grandes genios han tenido que competir entre sí y, por esa misma razón, han debido aprender a superarse continuamente y a exigirse lo mejor de sí mismos. Ocurre así, por ejemplo, en esta pequeña iglesia de novicios jesuitas (aspirantes a sacerdotes jesuitas) dedicada a San Andrés (un sencillo pescador de la zona de Galilea, al norte de Israel, hermano de San Pedro, que fue el primer apóstol que tuvo Jesús de Nazaret), y que el influyente cardenal Camilo Pamphili, sobrino del papa Inocencio X, Pamphili, encargó a Bernini en 1658.

 

 

NECESITAMOS APRENDER A VER ESTA OBRA (Y TODAS) SIN PRISAS

Como hemos dicho, la iglesia de San Andrés es otra gran obra maestra de la historia de la arquitectura universal; una exquisita construcción que no tiene el más mínimo desperdicio. Todo está perfectamente calculado, sincronizado. Eso sí, como nos pasa con la iglesia de San Carlino, requiere saborearla de manera sensata y sosegada. En Roma —y esta es otra gran verdad— las prisas no son buenas para disfrutar a fondo de su bellísimo patrimonio artístico. Además, debemos esforzarnos, como ya os propuse en la visita a San Carlino, en ver y comprender la arquitectura en su totalidad. Siempre, en cualquier edificio, y de cualquier época, no es solo arquitectura, es decir, “su espacio construido”, lo que vemos. También descubrimos en ella escultura, pintura, artes decorativas y símbolos que encierran significados y mensajes muy profundos. Y todo, especialmente si estamos ante un gran artista, como es el caso de Bernini (o Borromini), interactúa de forma brillante y cohesionada. Hace más grande y extraordinaria la arquitectura. Ahora mismo lo veremos.

 

 

SANT’ANDREA AL QUIRINALE: UN SABIO PROYECTO ARQUITECTÓNICO QUE LO ENVUELVE “TODO”

En la mente de Bernini (como en la de cualquier otro gran arquitecto de la historia del arte universal) la arquitectura es un todo. Debe generar, cohesionar y articular unos espacios (continentes), que, a su vez, deben permitir cobijar, desarrollar y alimentar innumerables y variados contenidos: por ejemplo, obras plásticas con significados muy plurales y diversos. Como dicen los mismos jesuitas que rigen este edificio: Sant’Andrea es “un gioiello [una joyita] di harmonia architettonica, decorativa i pittorica”. Un “todo”, en definitiva, como estamos explicando. Pero, además, Sant’Andrea es un espacio “sagrado”, un edificio que suscita innumerables sensaciones y estados de ánimo muy peculiares y diferenciados. Tanto para quienes “viven” y “conviven” diariamente en este espacio (los novicios, especialmente), como para quienes lo visitan vestidos de turistas, de peregrinos, de eruditos, de personas más o menos espirituales, más sensibles y reflexivas, o de simples curiosos que escudriñan; algunos, quizá un poco escépticos, superficiales y fríos, no ven en él “gran cosa”, en cambio, otros, tal vez más abiertos a la trascendencia, ven en él “mucho”. Por eso, lo que quizá de nuevo más brilla y destaca —y seduce— en este singular edificio es la sabia interconexión —mejor dicho, interpenetración— existente entre el múltiple significado de lo que es a la vez arquitectónico, escultórico, pictórico y simbólico. Y todo, como decíamos, imbricado en un mismo mensaje. ¿Cuál es este mensaje? Vamos a verlo.

 

 

EL APÓSTOL SAN ANDRÉS, EL EJE QUE LO ARTICULA Y LO EXPLICA TODO

En esta iglesia dedicada a San Andrés, todo aparece admirablemente fundido y bien unido, y todo, en definitiva, gira en torno al profundo significado y mensaje de esta figura clave que justifica la razón de ser de este edificio: San Andrés, un “pescador”, el patrón de esta iglesia y el paradigma inspirador de este edificio, de su arquitectura. Él es el gran “pescador de novicios jesuitas”, de ahora, de antes y de siempre. Podríamos decir que el significado de su contenido define el continente. ¿Y cómo se hace eso? Mirad, para empezar, la imagen del gran protagonista, San Andrés apóstol, no solo preside el policromo altar central (captado en una buena obra pictórica del borgoñón Jacques Courtois que representa el Martirio de San Andrés), sino que, gracias a la fecundidad de este cruento martirio, este mismo San Andrés resucita, y esta vez lo vemos transfigurado en un límpido y completamente purificado mármol blanco, tallado por Antonio Raggi (a quien ya habíamos visto no hace mucho trabajando para Borromini en San Carlino). Y ahora, de forma insuperable, atraviesa, rompe y perfora (¡he aquí la grandeza del pensamiento creador de Bernini!) la materialidad del entablamento del mencionado altar central. Y esto permite mostrar “el triunfo de San Andrés sobre la muerte, sobre lo caduco y corruptible”. Es decir, el triunfo absoluto de la vida plena sobre la nada, sobre la negación de la vida. Os ruego, amigos peregrinos, que hagáis todo lo posible por ver más imágenes de lo que os estoy diciendo; solo así terminaréis de entender lo que intento explicaros. Continuará la próxima semana porque aún hay más razones que explican la grandeza de San Andrés (y de Bernini). Permitidme, sin embargo, que antes os diga que el entablamento, dividido en arquitrabe, friso y cornisa, es una parte de la arquitectura clásica grecorromana. Hasta pronto.

 

 

Ximo Company. Delegación de Patrimonio Artístico

Foto: Gian Lorenzo Bernini: Sant’Andrea al Quirinale, 1658-1670, Roma, altar mayor. Vemos el Martirio de San Andrés en una pintura del francés J. Courtois, el cual atraviesa la muerte y la finitud por un orificio inundado de luz que lo lleva a la Jerusalén celeste, al triunfo absoluto de la vida plena. Esto estimulaba y estimula el camino de la santidad de los novicios jesuitas.